sábado, 23 de mayo de 2009
La Revolución de Mayo vista por un comerciante inglés
El 25 de mayo de 1810 -a poco de llegar a Buenos Aires la noticia de que Sevilla había caído en manos de las tropas de Napoleón- se constituyó en Buenos Aires el primer gobierno patrio. Reunido en la Plaza de la Victoria, hoy Plaza de Mayo, el pueblo de Buenos Aires impuso su voluntad al Cabildo y creó la Junta Provisoria Gubernativa del Río de la Plata, conocida como Primera Junta. Se iniciaba así el proceso revolucionario que desembocaría en la declaración de la Independencia el 9 de julio de 1816. A continuación transcribimos una carta del comerciante inglés Alejandro Mackinnon al secretario de Estado del Departamento de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, informándole sobre lo que ocurría en Buenos Aires.
Señor:
Bajo la inseguridad de saber quién es actualmente secretario de Estado de su majestad, continúo a escribirle a ese departamento, sin distinción de título o rango, lo que sinceramente confío que no se me impute a mí como falta de respeto y la debida consideración que merece cualquier noble lord que actualmente llene dicho oficio.
Lord Strangford, el enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en la corte del Brasil, se ha complacido mencionar en dos cartas dirigidas a esta comisión de comerciantes británicos, que le ha trasmitido a usted una copia de nuestra correspondencia con el virrey de Buenos Aires y el comandante en jefe naval de este río. Usted habrá visto que su excelencia, fiel a la influencia de los comerciantes de Cádiz que lo colocaron a él aquí, y pronto a condescender a los pocos viejos comerciantes españoles de ésta, que por tiempo inmemorial han gozado este comercio exclusivamente, ha determinado adherirse al espíritu de las leyes coloniales españolas con respecto a la residencia de extranjeros, que no tienen aparente legítimo motivo para residir aquí, pero manifestó una inclinación a extender su indulgencia a los súbditos británicos que tienen negocios que transar, permitiéndoles un plazo de cuatro meses para vender sus mercaderías, liquidar y terminar sus asuntos; sin embargo, él no sería inducido en ninguna forma hasta que la voluntad del supremo gobierno de España sea conocida, para dar un más extensivo, o general y público permiso a todos los comerciantes británicos en Buenos Aires para prolongar su estada en este país. Los viejos españoles monopolistas que se oponían a la apertura de los puertos eran incansables en sus tentativas para oponer todas las dificultades posibles a nuestra industria: tenían fácil acceso al virrey e igual facilidad en persuadir, cuando las inclinaciones estaban predispuestas a la necesaria precaución de oír la parte contraria.
Por estas causas los súbditos británicos eran constantemente confundidos y molestados por avisos de emigrar y amenazas que se les comunicaban a ellos por alcaldes de barrio, que son en general viejos españoles y pequeños almaceneros dependientes de los viejos comerciantes españoles. La manera de comunicar estas órdenes era siempre impartida ásperamente y frecuentemente, en forma ruda e insolente, provocando reacciones violentas. Últimamente se presentó la oportunidad que estábamos esperando ansiosamente, en orden de poder aliviarnos de la anormal condición bajo la que vivíamos con respecto a la posesión y dirección de nuestra propiedad, después de haber pagado los impuestos, etcétera, nos daban el mismo poder que había constituido el acta de cinco de noviembre permitiendo la apertura del puerto para su intercambio con los extranjeros sin distinción, sin haber reservado para los súbditos británicos más favor o consideración que otros neutrales. Usted verá la naturaleza de nuestra solicitud a través del papel número 23, adjunto, que en una copia de nuestra carta del 10 de abril al oficial en jefe de este río, y el número 24, copia de la larga e impertinente contestación del virrey, le demostrará a usted el fracaso de nuestra tentativa.
La tenebrosa apariencia de los asuntos de España y la inflexibilidad de esos viejos medios de influencia que detuvieron nuestros intereses y frustraron nuestros esfuerzos, nos indujeron a refrenar por el momento, de presionar para remover algunos de los infundados argumentos dirigidos contra nuestras solicitaciones. Sin embargo, la aludida necesidad de una estricta observancia de las leyes españolas de las Indias, parece que es un fuerte argumento, como punto de apoyo como gobernador, a pesar de eso, cuando se aparta de esa ley, asumiendo la autoridad de abrir los puertos, por la razón de la gran renta que el intercambio del comercio ha producido, hubiera ciertamente sido una menor desviación y una mayor justicia el habernos preservado un natural control que los hombres deben siempre gozar cuando no son ni prisioneros de guerra ni confinados bajo ninguna acusación criminal. Pero sin apoyo por una eficiente cooperación, vimos que cualquier tentativa por parte nuestra no produciría ningún bien a nuestra causa. Actualmente las cosas han cambiado fundamentalmente con respecto a nuestra situación y existe la perspectiva de remover todas las dificultades que afectan las causas bajo las que hemos trabajado. Los infortunados reveses en España y las posiciones del enemigo hasta el trece de marzo son conocidas en ésta. Estos fracasos han sido hasta ahora insensatamente ahogados por malas interpretaciones y falaces anuncios y convertidos en magníficas victorias y gloriosos acontecimientos; pero no podían continuarse bajo tal estudiado sistema de decepción. El pueblo de esta ciudad está perfectamente informado de los reveses de España y convencido que su fin está decidido.
Los patricios y criollos ansiosos de libertarse del estado de opresión y exclusión de cualquier puesto de honor y provecho, que tan injustamente se les impide participar a causa de las intrigas y ser suplantados por personas venidas de España, hallándose excluidos de tratos comerciales con Europa, han tenido varias reuniones secretas desde hace dos semanas atrás y han llegado a la resolución de que estando la madre patria perdida, el superior gobierno de la España monárquica, ha sido disuelto en Sevilla, de modo que la nueva organización, fue un acto compulsivo del pueblo, desconociendo las autoridades nombradas por la junta de Cádiz, como inexistente en este hemisferio.
Los magistrados, comandantes de cuerpos militares y algunos de los principales habitantes se consultaron mutuamente y decidieron que el poder del virrey debía cesar, ellos le comunicaron estas opiniones a él y su excelencia el virrey aceptó esta determinación. [leer más]
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