lunes, 29 de junio de 2009

"Combatir todas las enfermedades, incluida la injusticia"

Somos iguales. Hombres y mujeres, negros y blancos. Nos lo enseñan en la escuela. Lo comprobamos cuando nos hacemos amigos de Malik, Sumi,Carmen, Vladimir o Chin-tao. Somos iguales. Y, sin embargo, la reforma de la Ley de Extranjería que se somete a debate en los próximos meses no dice lo mismo: ahonda en la institucionalización de la desigualdad. Unos podemos caminar por la calle sin miedo, sin que nos pidan la documentación y nos detengan si no la llevamos; podemos vivir con nuestros padres e hijos y cuidarlos; podemos trabajar con contrato (y sin la vulnerabilidad que conlleva su ausencia); podemos cometer faltas administrativas sin que nos encierren 60 días en una pseudo-cárcel; los migrantes, no. Y somos iguales. Pero no en derechos.

La crisis no es una desaparición repentina de la riqueza social producida, sino un colapso del actual modelo de acumulación basado en la producción de desigualdad y la competencia. La riqueza que hemos producido entre todos, en este mundo globalizado, sigue estando ahí y el problema es su reparto desigual. No será deportando inmigrantes a sus países de origen, es decir, exportando desempleo, como saldremos de esta crisis. Podemos descubrir que tanto unos como otros producimos riqueza y
preguntarnos dónde demonios está esa riqueza, quién se la quedó. Autóctonos e inmigrantes, con papeles y sin papeles, podemos unirnos como iguales y buscar juntos otra salida a la crisis que no pase por la guerra al otro. Un pequeño paso en esta batalla es parar el anteproyecto de reforma de la ley de extranjería. ¿Nos atreveremos?

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